jueves, 9 de junio de 2011

Córdoba (Córdoba): La historia que no se quiere contar sobre la muerte de Bustos…

diarioasisomos.com.ar / asisomos.tk (jueves 9 de junio de 2011) Por Carlos A. Page: Doctor en Historia e investigador del Conicet.

En 1972 el historiador cordobés Leo Hillar Puxeddú pertenecía a la Comisión de Homenaje al Brigadier Juan Bautista Bustos en Santa Fe, donde residía desde sus jóvenes años de estudiante universitario, desarrollando una carrera brillante. A pesar del fervor de aquella época y sabiendo por varios estudios históricos realizados que era imposible localizar el sitio del enterramiento, igual se homenajeó en la iglesia de los domínicos la figura del primer gobernador constitucional de Córdoba, colocando una placa en un sitio elegido al azar. Pues se sabía que ese templo se había construido entre 1892 y 1905 con el proyecto del arquitecto Juan Bautista Arnaldi, y si bien se lo había hecho sobre el anterior, las dimensiones del nuevo casi se triplicaron y se cambió la disposición del mismo sin documentar cómo había sido el antiguo. Incluso después de la iglesia se reconstruyeron todos los claustros del convento entre 1906 y 1912.
De tal forma que el herido caudillo cordobés, que incluso lo estuvo sin una precisión histórica que lo avale, más que la tradición oral que tomó Ramón J. Cárcano al escribir sobre Quiroga en una de sus novelas históricas, fue enterrado en 1830 en la desaparecida iglesia. Obviamente, no se conoce el lugar dónde se lo hizo, incluso hasta puede haber sido en el cementerio conventual, pues una Ordenanza del siglo XVIII ya prohibía que se enterraran cuerpos dentro de las iglesias, debido a las emanaciones nauseabundas que provocaban. Basta ver, sin ir más lejos, la cantidad de cadáveres que tiene la iglesia franciscana de la abandonada ciudad de Santa Fe, en cuyos restos arqueológicos encontrados se comprobaron los deterioros inevitables que sufre un esqueleto.
Pero del enterramiento de Bustos, sólo sabemos que hubo una ceremonia oficiada por dos sacerdotes que ostentaban sendas vestimentas litúrgicas llamadas dalmáticas, según se había solicitado. No como creyó una historiadora oficialista que había sido enterrado envuelto en dalmáticas pretendiendo encontrar hilos de oro junto a los huesos. Es más, hasta dijo que al ser terciario dominico, Bustos tendría una distinción en su enterramiento; pero lo cierto es que en esa época la gran mayoría de las personas pertenecían a algunas de las terceras órdenes (franciscanas, agustinas, carmelitas o dominicas) y otras a diversas cofradías.
Bustos acompañaría a muchos vecinos de Santa Fe, como entre otros su primer gobernador don Francisco Antonio Candioti, enterrado en 1815 y que tampoco se sabe dónde está. Ni siquiera se conoce la ubicación de los restos del mandatario Patricio Cullen, muerto violentamente en el combate de Los Cachos a los 51 años en 1877.
De tal forma que la única documentación histórica con que se cuenta fehacientemente es la partida de defunción, que habla de la ceremonia con los sacerdotes con dalmáticas pero no especifica en qué sitio del convento de Santo Domingo fue enterrado, ni siquiera si se lo hizo en la iglesia. Templo y convento que por otra parte fue demolido y vuelto a edificar muchos años después de muerto Bustos, quedando bajo tierra decenas de restos óseos, hoy ya no identificables más que con pruebas de ADN, aunque ya sabemos como en otras experiencias recientes, que si no se quieren hacer, se pueden dilatar judicialmente una década o más.

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