jueves, 13 de septiembre de 2018

Testigos de Fe en Honor al Señor y a la Virgen del Milagro en Salta la Linda

Miles de peregrinos llegan a la Ciudad de Salta Capital cada año en el mes de Septiembre para renovar su pacto de fidelidad a los Santos Patronos, el Señor y la Virgen del Milagro.
Desde 500 años atrás, sólo peregrinos de esta tierra hacían camino al andar, hoy peregrinan y llegan a esta tierra de Salta desde donde nuestros ancestros abrieron caminos para llegar a la más linda morada "El Santuario del Señor y la Virgen del Milagro, cobijados en la Catedral Basílica desde el año 1592. Todos los años, peregrinos de toda la provincia llegan a Salta caminando desde los más lejanos parajes ubicados en El Norte Andino, Puna, Norte Verde, Valles Calchaquíes, Sur Histórico y Gaucho, Valle de Lerma y desde Salta y sus Alrededores. Una peregrinación sólo se hace al andar.
El día 13 de Septiembre se realizó la primera procesión alrededor de la plaza 9 de julio, dedicada a María con la cruz original que vino con el Señor del Milagro, este acto se viene realizando al igual que en el año 1692 luego de los terremotos.
El 14 de Septiembre en conmemoración a la Cruz se realizan misas cada hora y la Catedral permanece abierta toda la noche.
Procesión del Milagro
El 15 de Septiembre es cuando los peregrinos renuevan su pacto de fidelidad a los patrones de Salta. Esta procesión es acompañada por miles de peregrinos que llegan del interior de la provincia como del resto del país y paises cercanos.
La procesión culmina con el pacto de fidelidad que se realiza en el predio del Monumento 20 de Febrero, de allí las imágenes emprenden el regreso a la Catedral de Salta y los fieles los despiden con miles de pañuelos blancos y pétalos de flores hasta el año próximo.
El obispo de Gregorio de Laferrere, monseñor Gabriel Barba, presidió este miércoles en la catedral de Salta la misa en la primera jornada del triduo que cada año reúne a una multitud de salteños en honor de Nuestro Señor y la Virgen del Milagro.
"Vengo como peregrino, a los pies del Señor y de la Virgen del Milagro, cumpliendo un deseo de mi corazón largamente anhelado", expresó el prelado en su homilía, agradeciendo al arzobispo de Salta, monseñor Mario Antonio Cargnello, y a la comunidad por permitirle "ser uno más junto a ustedes".
En una breve reseña de lo vivido junto a la comunidad salteña, monseñor Barba señaló: "He visto un Pueblo de Dios que reza, que celebra, que renueva su pacto de fidelidad, que reza en serio, desde sus entrañas, desde su rica historia, en una cadencia de oración que crece día a día esperando ansiosa el culmen de la fiesta".
"Familias, niños, jóvenes, ancianos, enfermos, consagrados, sacerdotes. Que saben hacer silencio en profunda oración. Familias que desde su más tierna infancia enseñan y transmiten a sus hijos la fe.
Jóvenes que, dejando sus cosas, con la novena en la mano, disponen de este tiempo para Dios y una vez más, alimentan su fe. Renuevan su esperanza", destacó, y dirigiéndose a los fieles expresó: "Pueblo de Salta, te convertiste para nosotros en maestro y testigo de la fe".
El obispo describió una situación novedosa: en tiempos en que el celular ocupa un lugar en nuestras vidas en que casi es parte del cuerpo, reconoció que muchas veces se pregunta "cuando será que a Dios le demos tanta importancia y le dediquemos tanto tiempo como lo hacemos con nuestros celulares".
En ese sentido, relató la "grata sorpresa" que pudo observar en las calles salteñas y que "nunca he visto en otro lado", admitió: "Muchos, por no decir todos, no con el celular en la mano… sino con la novena. Con ese pequeño librito que les hace dejar todo por un momento para ponerse en oración con Dios".
"No sé si se dan cuenta del buen testimonio que están dando con ese pequeño gesto. Y lo hacen todos por igual. Jóvenes y viejos. Grandes y pequeños. Hombres y mujeres. No temen manifestar su fe. La viven y la expresan públicamente, quizá sin ser conscientes de ello, desde la profundidad de sus corazones", destacó.
Historia
Dice la tradición que el dominico fray Francisco Victoria envió desde España un santo Cristo, como obsequio a la iglesia de Salta. La imagen llegó flotando en un cajón al puerto de El Callao, Perú, junto a otro que contenía la imagen de la Virgen del Rosario.
En el puerto de El Callao acontece el primer prodigio: la gente de la ciudad divisa los cajones flotando sobre las aguas y encuentra las dos imágenes.
Nunca se supo del navío, ni de la tripulación que los traían. Cuando la comitiva llegó a Salta, se ubicó la imagen del Cristo en el Altar de las Ánimas. Pasaron 100 años y el Cristo quedó completamente en el olvido.
En septiembre de 1692 comenzaron los terremotos, la ciudad de Esteco quedó destruida; pero fueron evidentes los signos de protección para la ciudad de Salta. La gente desolada se dirigió hacia la plaza y quienes entraron en el tabernáculo pudieron observar la imagen de la Virgen caída de su hornacina, en actitud suplicante. En ese momento, el padre José Carrión sintió una voz que le decía que mientras no sacasen en procesión al Santo Cristo abandonado, no cesarían los terremotos.
Con dificultad bajaron la imagen y las campanas llamaron a la primera procesión en donde una multitud clamó misericordia, y acabaron los temblores. Entre aquellos primeros hombres y mujeres, y el Cristo y la Virgen se selló el Pacto de Fidelidad; un pacto que año tras año se renueva.
Los pobladores del interior de la provincia llegan a pie en procesión desde sus lejanos lugares de origen, trayendo sus imágenes para participar.
El Cristo y la Virgen, luego de la renovación del Pacto de Fidelidad, regresan a la Catedral, y antes de entrar una lluvia de pétalos de claveles rojos, blancos y rosados cae desde el campanario al compás del repique de campanas y los pañuelos blancos de los fieles las despiden.
  

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