Deán Funes – (Por Andrés Cabeza, Curador de la muestra, octubre de 2010).
En Deán Funes, en 2007, Natalia Zabala hizo una muestra de pinturas que ella misma decidió llamar “Fuga vertical”. A mi, que me tocó ser el curador, siempre me extrañó (y me agradó) ese título; me evocaba la poesía de Roberto Juarroz. Era extraño porque contenía una suerte de contradicción con las imágenes, que en su totalidad eran paisajes, frecuentemente caminos, lo cual sugiere horizontalidad, no verticalidad. Por otro lado, las pinturas hacían pensar en viajes (viajes horizontales). Eso estaba reforzado por un video silencioso y melancólico que se proyectaba en una gran pantalla: una cambiante ruta filmada desde un auto, en sepia. En cierto modo no se trataba de una metáfora de vivir. El título, pienso, remitía a una búsqueda que atravesaba perpendicularmente a esos viajes.
En 2008 Natalia estuvo en Córdoba. Un poco le perdimos el rastro, conoció gente, conoció otras formas de arte. En octubre participó del “Proyecto Gramilla” en casa 13. También hizo una exposición en Frida resto-bar. El 14 de marzo de 2009 la rotura de un aunerisma la fulminó.
En este 2010, cuando me propusieron que organizara una nueva muestra suya, acepté pero no sabía muy bien qué obras incluir. Hasta que Mecha Vanella me mostró una carpeta con los últimos dibujos de Natalia. Me desconcertaron totalmente: manchas informes, ingredientes de una receta de cocina, la palabra “Mafalda”, planillas municipales… Ya no quedaba nada de aquellos controladores y escrupulosos paisajes de 2007. Era clarísimo: la búsqueda no se había detenido. ¿Pero hacia dónde iba?. Mecha me contó que Natalia dibujaba en cualquier momento, por ejemplo en la mesa del comedor de Mecha, y que a veces incorporaba en los dibujos palabras sueltas de la conversación. Hace unos días Marcelo Pedrón me ayudaba a sacar fotos para el catálogo y en un dibujo descubrió su número de teléfono: era parte de la obra.
Allá por los años sesenta, los artistas solían hablar de “la relación arte-vida”. Consciente o inconscientemente, la obra de Natalia (su “cuerpo de obra”, según la expresión que aparece en un dibujo) se dejaba atravesar por el flujo efímero de la vida. Eso que abruptamente cortó. Para esta muestra se me ocurrió no sólo exhibir la diversidad de caminos que por los que buscaba Natalia en su última época, sino también invitar a algunas de las personas que estuvieron vinculadas a ella (y que lo siguen estando), a modo de una red humana que formara parte de la exposición. Se puede elegir: la vida como parte de la obra, la obra como parte de de la vida. De algún modo, esta muestra es lo que nos dejó Natalia: una mezcla heterogénea de arte y vida. Cuando era alumna mía de Estética, Natalia me solía preguntar: “¿Para qué sirve el arte?”.
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